Guti Maricón

Luis Alonso Agúndez
2 min readNov 16, 2022

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La escena se repetía en Mestalla, en el Calderón o en el Sadar, realmente el dónde daba igual. Una grada entera, cuando no un estadio, cantando al unísono Guti Maricón. Le cantaban Guti Maricón y yo no acababa de entenderlo, porque era bien sabido que Guti llevaba una vida extramatrimonial desordenada, como decían los periódicos, sí, pero sus compañías nocherniegas también eran más o menos públicas. Yo siempre sospeché que realmente le insultaban porque era bueno con la pelotita, que al final es lo que nos importa de verdad, y porque el agravio siempre lleva implícito algo de admiración y de envidia hacia el que lo recibe. Vamos, que a Iván Campo o a Geremi nunca les cantaban con la misma profusión.

Luego llegó Beckham y la cantinela, mejor dicho, el cántico, se repetía a lo largo y ancho de nuestros cuatro puntos cardinales, pero esta vez yo lo entendía perfectamente, por más que hiciese por no entenderlo. Daba igual que el inglés fuese el sueño húmedo de todas nuestras madres, hermanas y compañeras de clase a la vez, y que de maricón, precisamente de maricón, tuviese poco. Le llamaban maricón porque en la mente misantrópica del hooligan no hay mayor ofensa que dudar de la sexualidad de uno, porque sabían que era esa y no otra palabra la que más podía dañar. Como si a Beckham, o a Guti, o a Míchel en su día les importase mucho lo que dijesen unos nazis. El problema radicaba que no eran sólo los nazis del fondo sur los que regaban con su bilis el césped, sino todo un estadio, que parecía refugiarse en la inocencia de una colectividad enfervorizada.

Hay en la palabra maricón una sonoridad exquisita, una rotundidad implacable, con esa tilde aguda en la o que cuanto más fuerte sea pronunciada más hombre se siente uno. Digamos que ante tal poderío fónico uno es incapaz de retener la homofobia disimulada.

Pienso en todo esto en vísperas de la gran orgía futbolera, el Mundial, que esta vez cuenta con la peculiaridad de ser otoñal, mientras veo a un pavo con turbante y cara de mala hostia permanente -¿por qué esta gente parece incapacitada para la felicidad?- y cierto cargo de responsabilidad en el torneo, diciendo que la homosexualidad “es un daño en la mente”, que los visitantes homosexuales, “tendrán que adaptarse y aceptar nuestras normas” y que la homosexualidad es un pecado prohibido por el islam.

Y yo, que como tantos otros me indigno y siento náuseas al escuchar esto, sé perfectamente que a partir del domingo me veré todos y cada uno de los partidos del torneo organizado por el señor con turbante y compañía, y ahora por fin me explico perfectamente como podíamos cantar Guti Maricón sin que se nos cayese la cara de vergüenza.

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